jueves, 22 de octubre de 2009

Yo, creo

Alguno dirá que estoy loco o que no tengo ni idea de lo que escribo. Puede que tenga razón, pero la victoria del Rubin Kazan ruso en el Camp Nou me ha devuelto la fe. Sé que es prácticamente imposible ganar. Reconozco que casi ni me lo creo, pero ha llegado la hora de soñar. Además, ¿por qué vamos a dar el partido por perdido de antemano? Si pasa, lo contaremos. Pero hasta el domingo hay que lanzar mensajes de optimismo.

El Barcelona está en su peor momento de las dos últimas temporadas. Estoy seguro de que no es casualidad. Es humano y, como tal, tiene derecho a fallar. Tras su empate en Valencia pensé que iba a reaccionar de inmediato, que le iba a meter ocho goles al débil Rubin Kazan y alguno menos al Zaragoza. Lejos de hacerlo, los catalanes cayeron con toda justicia, por mucho que los mensajes que lanza la prensa culé hablen de mala suerte y lanzamientos al poste.

¿Qué debe hacer el Zaragoza para ganar en Barcelona? Jugar un partido perfecto, tanto en el apartado táctico como en el mental. No se pueden repetir los errores de la pasada jornada contra el Racing. El equipo pecó de soberbia porque lo vio ganado en el descanso y se dejó llevar hasta que no hubo remedio. En el lado futbolístico, el Zaragoza tiene que confiar en los planes de Marcelino. Estoy seguro de que el asturiano tiene un plan y que su filosofía pega mucho más para sorprender a los clubes grandes que para llevar el peso del juego durante un partido contra rivales menores.

Defensa y velocidad son las armas principales. Lo primero servirá para cerrar la puerta de Carrizo y aguantar; lo segundo para buscar a Víctor Valdés con precisión en las contadas ocasiones que concederá el Barcelona. Vamos, que el espejo es evidente: hay que jugar como el Rubin Kazan. Si ellos pudieron, ¿por qué no lo va a hacer el Zaragoza? El equipo de Marcelino es mejor que el ruso. Yo, creo. Y lo seguiré haciendo aunque el mundo me llame loco y mientras el partido contra el Barça no haya terminado.